Emprendimos nuestro viaje en la estación
Independencia del subte E. Luego de combinar con el premetro, como todos los
sábados, nos encontramos con los compañeros de Jóvenes de Pie. Ellos nos acompañaron, con la buena onda de
siempre, a entrar al barrio Piletones; recorriendo esas calles sinuosas de
tierra y piedritas que ya nos son familiares.
Llegamos al merendero de Gloria a las tres
de la tarde y empezamos a preparar las mesas y sillas para los chicos. Poco a
poco iban apareciendo, la mayoría ya conocidos y algunos que nunca habían
venido también. Es bueno saber que se sigue corriendo la voz por el barrio, así
muchos vienen acompañados de sus hermanitos o primos.
Nuestra tarde la pasamos entre cuentas de
matemática, oraciones bimembres, sopas de letras, lápices de colores, adjetivos
y avioncitos de papel. Es como volver a estar en el colegio, por momentos nos
mimetizamos con ellos. Con Lorenzo, un nene de cinco años que no tenía tarea,
me puse a jugar carreras de avioncitos de papel; lo que terminó en un reto por
parte de los compañeros, a quienes nuestros inoportunos avioncitos estaban
distrayendo de los deberes.
Después, terminadas las obligaciones, nos
dispusimos entre todos a armar una historia fantástica, con los chicos de
Soldati como protagonistas. ¡Cómo nos reímos con las locuras que surgieron de
todos los comentarios! La actividad salió incluso mejor que lo esperado. Al
principio muchos no se animaban a comentar, pero a los pocos minutos la timidez
se perdió en medio de gritos, risas e ideas creativas, descabelladas. Todo fue
registrado en papel, para continuar trabajando sobre eso el sábado próximo (si
quieren saber en qué exactamente, lean la crónica del sábado 15… o aún mejor:
¡vengan!). Quedó fotografiado también el momento épico de la tarde: Fer,
compañero de sociales, bailando un tema de los wachiturros con Joaquín, uno de
los chicos que, dicho sea de paso, la rompe.
Para concluir, después de tanto desgaste
creativo, Gloria nos sorprendió con un rico mate cocido con galletitas como
merienda.
Fue una tarde productiva, divertidísima. Es
sorprendente: uno cree que va al barrio a enseñar, a ayudar, predispuesto a
escuchar y ver situaciones duras e impactantes. Sin embargo, se termina yendo
de ahí nutrido de las diferentes experiencias compartidas, con esperanzas
renovadas gracias a esta niñez que tiene la voluntad de crecer y ganas de
participar, cosas que ningún Estado, por más ausente que esté, va a poder
extinguir. Creo que estoy empezando a comprender lo que es realmente la
educación popular.
Por Clarisa
Inscripción Barrio Adentro
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*Obligatorio
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