Marx, Durkheim y Weber cavaron el surco para una ciencia que
hoy enfrenta una serie de preguntas que cuestionan y desafían su función. Los
intelectuales consultados subrayan la necesidad de contar con un instrumento de
análisis capaz de cuestionar y reconstruir las estructuras del medio donde
vivimos.
POR MARINA OYBIN *
Por qué desde la sociología a diferencia de otras
disciplinas surgen preguntas del estilo ¿para qué sirve un sociólogo? o ¿cuál
es la utilidad de la propia sociología? Estos interrogantes a su vez
interpelan: ¿Son estas preguntas cíclicas o evidencian un replanteo de posición
de la sociología al interior de las ciencias sociales? Estas son algunas de las
inquietudes que surgieron al leer ¿Para qué sirve la sociología? (dirigido
por Bernard Lahire, y publicado por Siglo Veintiuno Editores), ¿Para qué
sirve realmente un sociólogo? (de François Dubet, de Siglo Veintiuno
Editores), y¿Qué hacen los sociólogos? (editado por Lucas Rubinich y
Gastón Beltrán, en Aurelia Rivera Libros). Obviamente los autores de estos
libros son de profesión sociólogos.
“La sociología es como un deporte de combate: se utiliza
para defenderse, no para dar golpes bajos”, la definió Pierre Bourdieu.
Ciencia polifónica, la sociología puede dar diversas
explicaciones de un problema específico según el modelo explicativo en que se
base. Pero, rara avis , está obligada periódicamente a explicar frente al poder
su razón de ser. ¿Por qué dar cuenta de la utilidad de la ciencia? le consultó Ñ a
tres especialistas. “Siempre está en duda la utilidad de una disciplina cuya
‘funcionalidad’ es ser disfuncional al poder, criticar estructuras de
dominación, escudriñar el origen y la dinámica de la desigualdad. A la
sociología se la cuestiona cuando incomoda”, señala Javier Auyero, desde
EE.UU., donde enseña etnografía, sociología del sufrimiento, y política
latinoamericana en la
Universidad de Texas (Austin).
Desde luego, la sociología puede resolver problemas
concretos en ámbitos como la salud o la vida rural y así surgen ramas o campos
de trabajo como sociología de la salud, sociología rural o sociología del
trabajo. Muchas veces, esas miradas no buscan resolver problemas inmediatos,
sino que analizan diversas aristas de una situación y ponen en cuestión todas
las relaciones. “Eso es molesto: una ciencia que no habla desde el poder, sino
sobre el poder es problematizadora. Preguntarse sobre el poder produce
desacomodamientos. Al trabajar contra la mirada convencional sobre lo social,
que es la mirada política que sostiene determinado orden, la sociología, lo
quiera o no, es problematizadora de ese orden”, dice Lucas Rubinich, sociólogo,
profesor de Sociología de la
Cultura y Sociología General en la Carrera de Sociología
(UBA), desde una mirada ligada al núcleo de producción de conocimiento en
autonomía.
Siguiendo a Bernard Lahire, la sociología tiene tantas más
posibilidades de decepcionar o de contrariar a los poderes cuanto mejor cumpla
con su función científica. Esa función no es servir para algo o para alguien.
Pedirle a la sociología que sirva para algo es una manera de pedirle que sirva
al poder. Mientras que su función científica es comprender el mundo social,
comenzando con los poderes. Operación que no es neutra socialmente. Entre otras
razones, porque no existe poder que no deba una parte –y no la menor– al
desconocimiento de los mecanismos que lo fundan.
Por su parte, Ricardo Sidicaro, investigador del Conicet,
especialista en teoría sociológica y problemas socio políticos de la Argentina , señala que el
problema radica en “que la sociología puede ser cuestionada desde otras
disciplinas en sus explicaciones, pero al mismo tiempo puede ser cuestionada
porque algunos hacen ejercicio ilegal de la sociología, entonces ésta pierde
reconocimiento frente a la sociedad”.
La cuestión del poder
La pregunta que irrumpe es a quién debe responderle esta
serie de interrogantes la sociología como ciencia y práctica concreta. ¿Quién
es su interlocutor potencial a la hora de dar cuentas? Para Javier Auyero,
desde sectores dominantes, y desde el sentido común que muchas veces reproduce
el punto de vista dominante, siempre se pone en duda la tarea intelectual, en
general, la de las ciencias sociales críticas.
“Se le rinde cuentas a otras ciencias competitivas, y
también a una especie de sentido común que cuestiona que la sociedad pueda ser
pensada científicamente”, dice Sidicaro. Y agrega: “Cualquier poder está
montado sobre una especie de mitología: puede ser que la justicia es ecuánime,
que los lideres son infalibles, o que la democracia representa a todas las
personas. La sociología cuando explica qué es eso, indudablemente se pelea con
los poderes”. Acuñando conceptos del alemán Max Weber, da un ejemplo: “Si me
preguntan qué es un partido político, digo: un partido político es una
asociación organizada para llevar al jefe al gobierno para repartir p
rebendas
entre sus seguidores”. Y añade: “Puedo decir que los laboratorios medicinales
trabajan para la salud de la humanidad, o bien puedo decir que los laboratorios
medicinales trabajan para ganar dinero, y que cuando hacen avanzar la ciencia,
hasta que no amortizaron las patentes que tenían, no fabrican los medicamentos
de las nuevas patentes. Y si uno afirma que la escuela en realidad les enseña a
algunos chicos lo que saben y a otros lo que no saben, y por lo tanto perjudica
a los más pobres porque les enseña contenidos que son más adecuados para la
clase media, los maestros se ponen locos: cualquier tesis o cualquier aporte
que plantea la sociología molesta a alguien: es mucho más lindo creer que si
sos maestro sos un funcionario de la cultura”.
Rubinich coincide: “La mirada de la sociología, lo quiera o
no lo quiera, interviene en las luchas por las miradas sobre el mundo. Cuando
uno piensa una institución religiosa no como algo divino sino como una
construcción histórica es problemático, sobre todo, para las instituciones
religiosas. Y eso lo puede decir Durkheim, Weber, Marx, entre muchos otros
sociólogos clásicos. Es una intervención indirecta en la lucha política más
densa: la lucha por la imposición de visiones del mundo en una sociedad”.
Por ejemplo, la explicación acerca de por qué se producen
diferencias sociales es un análisis teórico que circula por el campo
científico, pero que tiene consecuencias políticas. Es justamente este tipo de
intervenciones la que genera disputa y cuestiona el papel de la sociología. Se
busca, entonces, redefinir sus objetivos y límites, en términos teóricos y de
praxis. Se trata de acotarla y descalificarla.
Es que en toda relación social hay elipsis y silencios que
ayudan a seguir adelante. Verdades que preferimos ignorar para que la vida se
vuelva soportable. “Por eso se dice que la sociología es una ciencia que
incomoda. Molesta porque nos dice lo que preferimos no ver. Vivir juntos supone
trabajar sobre el equívoco”, señala Sidicaro. Se trata de una especie de
consenso tácito que incluye omisiones y cegueras para hacer más tolerable la
vida en sociedad.
Según François Dubet, la sociología siempre pone de relieve
la distancia que media entre las representaciones y las realidades, entre los
más elevados principios y los hechos más banales: dejar al desnudo esa
distancia es en sí una acción útil.
¿Cuáles son los principales cuestionamientos que se le hacen
a la sociología? “Que no es útil, que no “sirve”, que no cumple ninguna función
–que no cura a nadie, que no construye ningún puente, etcétera– como si la vara
de utilidad fuese solo la racionalidad instrumental”, dice Auyero.
Esta situación lleva a que a veces la sociología se vea
obligada a exacerbar sus recursos técnicos metodológicos provenientes de la
estadística para obtener legitimidad frente al resto de las ciencias.
La sociología tiene un campo profesional amplio: desde
analizar las expectativas de distintos nichos para vender una gaseosa hasta
intervenir en políticas públicas. “Creo –dice Rubinich– que la sociología tiene
una presencia muy importante en el mundo estatal y en el mundo tecnocrático
internacional. En organismos internacionales como el Banco Mundial, el Banco
Interamericano de Desarrollo, la Organización
Internacional del Trabajo, la Organización
Internacional de la
Salud , y en ministerios y organismos estatales en
Latinoamérica hay sociólogos trabajando y cumplen una función relevante”.
En cambio, Sidicaro señala: “En la Argentina , pensar que un
insumo de mayor racionalidad puede servir para desarrollar acciones de
políticas públicas fue siempre muy pobre porque está fundado en la lluvia y el
precio de los mercados internacionales, eso es más adecuado para las sociedades
industriales con ideología industrial”. Para Sidicaro, el trabajo de los
sociólogos en sectores de planificación de políticas públicas no es por sí solo
un indicador positivo, sino que es necesario analizar el impacto real que
tienen en el diseño y desarrollo de políticas sociales específicas. “Los
sociólogos pueden trabajar en muchas esferas, pero la sociología se hace más
fuerte cuando el Estado la legitima porque considera que el conocimiento sobre
lo social es previo a tratar de intervenir sobre lo social. Pero acá eso no
ocurre: muchos están hablando todo el día del 17 de octubre, de que prohibieron
a Perón, que Perón se fue… Acá la idea es que el futuro está en el pasado o los
países que no tienen futuro piensan en el pasado”.
Para Rubinich, la producción de conocimiento específico
sobre la sociedad en términos académicos otorga verdadera identidad a la
sociología.
Hoy, ¿cuál es la principal función de la sociología? Para
Auyero, la sociología tiene múltiples funciones, pero fundamentalmente sirve
para entender cómo operan las estructuras sociales, cómo funciona el poder,
cómo determina y condiciona nuestras vidas. “Cualquier sociedad –dice– que se
precie de querer mejorar la condición humana, necesita de más sociología. Pero
también tiene funciones más específicas, como “ilustrar” a los distintos
organismos del Estado sobre los efectos de sus políticas. Por dar un ejemplo, la Asociación Americana
de Sociología acaba de presentar un informe a la Corte Suprema de
Justicia de los EE.UU. (un amicus brief) en donde delinea la investigación
social existente sobre cómo a los hijos e hijas de matrimonios del mismo sexo
(gays) les va igual de bien que a los hijos e hijas de matrimonios
heterosexuales. Es un informe que le vendría bien leer a más de un “experto”
tanto en Argentina como en EE.UU.”.
“La
Argentina no tiene un Estado de previsibilidad racional”,
dispara Sidicaro. Y agrega: “En los países desarrollados, y EE.UU. es el
primero, se piden investigaciones sobre ciertos temas que podrían tener
consecuencias sociales graves. En la Argentina eso no funcionó de ese modo nunca: la
sociología nunca formó profesionales para la planificación”.
Sin embargo, el panorama no es el más alentador para algunas
universidades norteamericanas, donde surge parte del insumo que luego, en caso
de que haya sociólogos en organismos de planificación, aplicarán, discutirán y
modificarán. “En EE.UU. –comenta Auyero– la sociología goza de más autonomía
por su firme implantación en las universidades –lo que no quiere decir que su
validez no sea cuestionada. Por estos días, por dar un ejemplo, el líder de la
mayoría republicana en el congreso, Eric Cantor, está proponiendo un proyecto
de ley que eliminará todo el financiamiento federal para la investigación en
ciencias sociales”.
Rumbo a la teología
En nuestras pampas, en 2008, Lino Barañao, el entonces y
actual ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva caracterizó sin
filtro a las ciencias sociales de dogma: “(…) a mí me gustaría ver un cierto
cambio metodológico; estoy tan acostumbrado a la verificación empírica de lo
que digo, que a veces los trabajos en ciencias sociales me parecen teología”.
Para Auyero, la sociología informó el pensamiento de muchos
movimientos sociales y políticos pero al mismo tiempo, en su fase más técnica,
ayuda, por ejemplo, a develar la existencia de la desigualdad de género al
interior del Estado, del mundo del trabajo: “¿Cómo entenderíamos los mecanismos
de discriminación que existen al interior del mundo laboral, tanto en la
contratación como en la experiencia concreta del trabajo? ¿No seguiríamos
reproduciendo estereotipos sobre el comportamiento político de los pobres –el
llamado ‘clientelismo’, por ejemplo, si la sociología no nos hubiese enseñado
otra cosa?– ¿Dónde aprenderíamos a comprender la desigualdad ambiental –esto
es, la desigual exposición a los peligros ambientales– sino con más y mejor
sociología? ¿Es posible sin sociología entender los determinantes de la pobreza
y la marginalidad?”.
Queda preguntarnos si estamos dispuestos a darle lugar a las
explicaciones proyectivas y no complacientes. Qué lugar se le da desde el
Estado a la investigación en ciencias sociales, y a la conformación de equipos
de especialistas en áreas clave para el desarrollo e implementación de
políticas específicas.
Por último: ¿es posible entender y explicar el impacto de
políticas concretas sin estudios sociológicos? Merece una ciencia, polifónica y
plural, en sus abordajes metodológicos y analíticos, explicarse una y otra vez.
Nota publicada en la revista cultural "Ñ" de Clarin el 20/05/2013 http://www.revistaenie.clarin.com/ideas/politica-economia/Marx-Durkhiem-Weber_0_921507854.html
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