sábado, 14 de septiembre de 2013

Mi impresión Barrio Adentro - Crónica 14/09

Llegamos al barrio temprano, bajo un cielo gris que amenazaba con llovernos encima en cualquier momento. Pese a todo, armamos las mesas al lado del merendero y fuimos a buscar a los chicos para comenzar con las actividades. Fueron llegando de a poco, varios trajeron tarea, otros no, y todos esperaban ansiosos la parte recreativa del sábado. Hoy sería el armado de instrumentos musicales la actividad elegida.

Finalmente llegó el momento de despejar un poco las mentes y poner manos a la obra. Los chicos y chicas entusiasmados comenzaron por armar maracas con botellas, tubitos de cartón, globos y porotos. Cuando cada uno tuvo su instrumento terminado, los decoraron con papeles de colores y brillantina. Entre varios, con la ayuda de Luis, lograron construir una batería, hecha con una caja de cartón, latas y botellas. Algunos agitaban sus maracas, otros golpeaban los instrumentos con los lápices y lapiceras para emitir sonidos. Hicimos una ronda y tocamos al ritmo de canciones que los chicos propusieron, algunas de las cuales sabíamos, otras no.


Nos fuimos contentos porque la actividad salió tal cual lo planeado. Nos llevamos los instrumentos: pensamos volver a usarlos, probablemente el sábado que viene. Salimos caminando, como todos los sábados rumbo a la estación Illia del premetro, donde vimos partir en nuestras caras al vehículo que nos transporta hasta Plaza de los Virreyes. Nos dispusimos a esperar en la estación al próximo premetro, charlando, como siempre. No vimos (y cuando lo hicimos ya era tarde) acercarse a dos pibes que se pararon a nuestro lado decididos. “Esto es simple- dijo uno de ellos, el más seguro, mientras cargaba la pistola que apuntaba al suelo- están todos re robados, así que dennos sus celulares.” Lo repetía mientras se nos acercaba uno por uno recolectando nuestras pertenencias. A algunos también nos pidieron plata, otros solamente les entregamos el teléfono. En lo que pareció ser menos de un minuto (eterno), ya se habían ido, caminando tranquilos por la estación del tren Belgrano, que está pegada a la del premetro. Así no más. Tan repentinamente como se habían arrimado, se alejaron.


Lo primero que sentimos fue el alivio de estar todos sanos físicamente. Pero nos robaron cerca del barrio. Ese que, engañados por la experiencia y el cariño que recibimos, sentimos como propio cuando no lo es realmente. A donde tratamos de llevar lo mejor de nosotros todos los sábados. Ese que queremos cambiar, empezando por la educación.

Leyendo una excelente crónica (“Cuando me muera quiero que me toquen cumbia”) que repasa los acontecimientos, personas y lugares que rodean la muerte de un pibe chorro que se convirtió en leyenda de la Villa San Francisco de San Frenando, Víctor “el Frente” Vital, asesinado por la policía en 1999; me descubrí renegando de aquella realidad que yo leía: que andan todos enfierrados, metidos en el mundo narco, que se arman tiroteos en medio de la villa y pobre de aquel que ande por ahí o viva en las inmediaciones. Pero eso en el barrio no pasa, pensé yo. ¿O sí? ¿Yo era tan ingenua? Bueno, debe pasar, sí. Pero en otra parte de ella, en otro momento, nunca en esas tardes de sábado.

Lo que nos pasó no fue tan trágico por suerte. Pero, pudo ser, puede ser. Lo realmente trágico sería encontrar en esas caras desconocidas y desesperadas, a uno de los pibes que vienen al apoyo. Porque el trabajo que hacemos tiende a que ellos puedan encontrar una alternativa en el futuro que no sea afanar, que no requiera el uso constante de la violencia hacia el otro o hacia sí mismos. Por eso vamos. Por eso vamos a seguir. Porque la educación es la base de la convivencia, pero también del trabajo, de los valores, de los derechos y obligaciones.
La educación es un arma de transformación masiva.  



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